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28 febrero 2018

El Cielo 07 - Sobre ENRIQUE CASTRO "QUINI"


Es casi imposible que todo el mundo te quiera en cualquier área de la vida, así que imaginaros lo realmente complicado que debe de ser en un mundo que levanta tantas pasiones como el del mundo del fútbol. QUINI era, no hay duda alguna, una de las rarísimas excepciones que lo conseguía. No importaban los colores, las ciudades... allá donde el Sporting iba, con su delegado (y emblema) a la cabeza, la gente se rendía y lo acogía con inusuales muestras de cariño y aprecio. Las merecía TODAS.

Cuando eres de un equipo como el Sporting, que no suele competir por trofeos importantes salvo en raras excepciones, los héroes que lo representan cobran una importancia aún más extraordinaria. Muchos no lo entenderán, y yo lo comprendo, pero no hay ninguna copa o premio que me pudiera hacer sentir más orgulloso que QUINI, que CASTRO, que PRECIADO... porque hay trofeos que se guardan en vitrinas y hay otras cosas que llevas contigo para siempre, te hacen mejor y te forman como eres como persona. 

Incluso en momentos de zozobra, como aquel nefasto video con cámara oculta donde gran parte de la cúpula del Sporting hacia el ridículo y avergonzaba a su afición, la presencia de QUINI se mantenía firme, no sólo impoluta sino además resplandeciente. Fútbol, sentido común y nobleza en mitad del caos. El Sporting siempre podía seguir abrazando sus valores en la figura de QUINI y sintiendose orgulloso de él.... 


QUINI trasciende el fútbol. Conozco mucha gente que detesta este deporte, que no le interesa lo más mínimo, pero que adoraba a QUINI. No hablo de Gijón, ni siquiera de Asturias, habló de cualquier parte. Y es que aunque Enrique Castro era uno, la gente vivió muchos "quinis".... QUINI es el héroe de los Pichichi y los goles imposibles, QUINI es el del secuestro que acabó perdonando a sus captores, QUINI es el que perdió su heróico hermano (¡vaya familia de cracks!), QUINI es el que nos dio ascensos y nos llevó a pelear ligas pero también ayudó a quitarnos una Copa del Rey, QUINI es el mejor embajador que un club ha podido tener... pero para mí, y para muchos muchos muchos aficionados al Sporting, QUINI es símbolo de lo que significa este club y uno de los muchos motivos para seguir amándolo.

En la edición 50 del FICX, en un pase fuera de concurso de la sección Gran Angular Asturias, estrenamos el documental El Brujo frente al espejo centrado, por supuesto, en QUINI. Ese día, aunque ya le habia conocido antes como comenté aquí, charlé un par de veces más con él, una de ellas después del pase de prensa de la película, y aproveché para que nos hicieran esta foto juntos que, si no me equivoco, ya os mostré en algún lado. La que no habia enseñado nunca hasta ahora es la posterior, la del abrazo con QUINI... un abrazo que llevaba casi 40 años de admiración, agradecimiento y orgullo acumulados y que no era consciente que Nacho Carballo, en plan intrepido paparazzi, estaba documentando también. Y no sabe lo que se lo agradezco. Hoy sí es un buen momento para compartirla, porque QUINI también prefería hablar de los momentos de alegría que de los de tristeza, y ese para mí fue un momento de mucha alegría. Aquí está...



27 noviembre 2017

El Cielo 06 - PETER BERLING y yo

En la segunda mitad de los años noventa leí una novela titulada Los Hijos del Grial, que estaba firmada por un tal Peter Berling y que acabó convirtiéndose en una saga maravillosa que me hacía estar deseando constantemente la llegada de sus nuevas entregas. Asomarse a sus (muchísimas) páginas, era asomarse a la época de las Cruzadas y sumergirse en una historia épica, repleta de intrigas, sociedades secretas, personajes fascinantes y mucho más que, sin que fuera en perjuicio de su estupenda ambientación, gozaba de un pulso narrativo extraordinario que hacía que los capítulos volasen uno detrás de otro. Así que, cuando en la Semana Negra se decidió apostar fuertemente por la novela histórica (que siempre había tenido presencia en el evento) el nombre de Peter se volvió una constante en mis sugerencias, insistencias y casi pataleos a Paco Ignacio Taibo II.


A Paco le encantaba Berling y también deseaba traerlo, era otro de esos muchos nombres que ambos admirábamos, el problema no estaba ahí... el problema era que una y otra vez los caminos que él iniciaba para extenderle la invitación topaban con la triste respuesta, vía amigos comunes, de que era un autor que no viajaba. Y así se sucedía otra estupenda edición del evento, llegaban las primeras reuniones para preparar la Semana Negra del año siguiente y yo, como si nada hubiera pasado, comenzaba de nuevo a insistirle a Paco en que había que invitarle otra vez, a decir que la gente cambia de opinión, etc… arrancando de nuevo un extraño ritual que acabó casi por convertirse en una tradición. 

Los años seguían pasando, estupendos novelistas seguían asistiendo a la Semana Negra, y nosotros seguíamos sin tener una respuesta positiva de Berling… a decir verdad, nunca habíamos llegado tan siquiera a tener una respuesta directa suya, que era uno de los hilos a los que yo me agarraba para justificar mi cabezonería. Un verano, no recuerdo en que suplemento semanal ni de que diario, encontré una entrevista con el escritor alemán en la que decía lo mucho que le encantaba viajar y lo mucho que le gustaba España, así que volví a entrar al siempre abierto despacho de Paco en los bajos de El Molinón a poner el tema sobre la mesa y a decir que si el autor no iba a venir, al menos teníamos que lograr que nos lo dijera directamente. “Mira, Jorgito, tú mismo; si quieres perder el tiempo o si así te quedas por fin tranquilo… dale, si lo consigues bien y sino, por lo menos, no me das más la tabarra con el tema” o algo muy parecido fue el acuerdo al que llegamos. Me parecía justo.


Tras algunos caminos infranqueables o equivocados, el universo conspiró a nuestro favor con el anunció de la salida en España de una nueva novela de Berling titulada El Kilim de la Princesa. El editor, con el que rápidamente me puse en contacto, era Mario Muchnick, y ya desde el primer momento en el que le comenté nuestro enorme deseo de traer al escritor a la Semana Negra se volcó en hacerlo posible, avanzando que no era algo tan complicado, que sí que viajaba, que eran buenos amigos y que estaban en contacto frecuente y que todo sería una tema de fechas. No sé el tiempo que pasó antes de tener una respuesta final que además fue positiva, creo recordar que en realidad no fue demasiado, pero recuerdo perfectamente el día en el que le dije a Paco “Siéntate… no te lo vas a creer pero… ¡tenemos a Peter Berling!”. Lo que no recuerdo es como lo celebramos. 

He de decir, no es ningún secreto, que a mí me sigue entusiasmando conocer a la gente que admiro, y muy especialmente a la que descubrí en determinado intervalo de edad, por lo que durante el posterior intercambio de mails que fui teniendo con él oscilaba entre la fascinación que me provocaba que este sueño se estuviese haciendo realidad, con el miedo a que finalmente sucediese algo y este sueño se transformase en pesadilla. Pero sí, Peter Berling llegó sin problemas a aquella XVII Semana Negra del 2005 y conocerle superó incluso nuestras mejores expectativas. 


Además de volver a la Semana Negra, en el 2012 fue uno de los invitados de la primera edición del festival Celsius 232 que hacemos en Avilés y, sin ningún tipo de duda, es uno de los gigantes sobre cuyos hombros se ha ido construyendo posteriormente el evento. Recuerdo verlo compartir conversación con George R. R. Martin, momento en el que reparé en que había algo en Los Hijos del Grial, en su forma de retratar el medievo y de escribirlo, que se podría emparentar bastante con algunos de los rasgos literarios que más me gustan de Martin en Una Canción de Hielo y Fuego/Juego de Tronos, por lo que difícilmente se me puede ocurrir ahora una coincidencia más perfecta que la suya esos días por las calles de Avilés.

Recuerdo hablar con él mucho de cine. No en vano además de un prolífico guionista tanto para este medio como para la televisión, así como productor, había actuado en más de cien películas de la mano de directores como Fassbinder, Herzog, Jean-Jacques Annoud o  Scorsesse, en títulos como Aguirre: la cólera de Dios, El Nombre de la Rosa, Fitzcarraldo, La Última Tentación de Cristo o Gangs of New York, compartiendo rodaje con nombres como Klaus Kinski, Claudia Cardinale o muchos otros, de los nos contó extraordinarias y a veces increíbles (sin duda las más ciertas de todas) anécdotas.

Otras de sus grandes pasiones era la comida, lo que le había llevado a convertirse también en un respetado crítico culinario. De la gastronomía que disfrutó en sus visitas a Asturias le quedaron dos amores eternos: el potaje de garbanzos del Hotel Don Manuel (Gijón) y la Fabada del desaparecido restaurante La Posada (Avilés). Precisamente en el cortísimo camino que llevaba del restaurante a la Casa de Cultura donde se celebran las charlas del  Celsius, y que sus múltiples problemas físicos le obligaba a ir haciendo sentándose cada pocos, me dijo  las frase –casi una lección de vida- que más me impactó de todas las que compartimos: “Estoy muy jodido, pero no va a ser mi cuerpo el que decida lo que puedo y lo que no puedo hacer, rendirse a él es el camino fácil y a mí me gusta pelear”. ¡Puf!

Os cuento todo esto de forma un poco deslavazada y sobre la marcha porque, como muchos ya sabréis ya, Peter Berling ha muerto hace unos días en su Roma adoptiva a la edad de 83 años. Unos 83 años vividos con la intensidad con la que otros vivirían varias vidas. Os cuento también que después de que se fuera aquel año del Celsius apenas tuvimos contacto en un par de mails, porque no me gusta molestar y siempre pienso que puede pasar, porque a lo largo de los años y de los eventos he ido conociendo a mucha gente y al final no haría otra cosa que mantener correspondencias epistolares y porque, para qué negarlo, yo soy así de descastado. Pero también os quiero contar que conocer a Peter Berling fue uno de esos momentos especiales que uno atesora para siempre, que he aprendido más hablando con él unas horas a lo largo de unos pocos días que en alguno –por no decir varios- de mis años de educación reglada, y que el hecho de haber contribuido a que un creador de su talla paseara por las calles de las dos ciudades que más quiero, haciéndolas un poquitito más grandes, es y será siempre un motivo de orgullo y el mejor combustible –no contaminante, además- para seguir esforzándome al doscientos por ciento para que estos sueños se sigan haciendo realidad.

Peter Berling (a la derecha) con Ian Watson en la Plaza de España de Avilés, durante el primer Celsius 232, en 2012

03 agosto 2017

El Cielo 05 - Despidiendo a JOHN G. MORRIS

John G. Morris ha muerto a la edad de 100 años, en París. Y que esta noticia haya pasado un poco desapercibida en un mundo como el nuestro, en el que nos enteramos al instante –aunque no lo pretendamos- de si un famosete ha tenido (o no) un affaire o de si un deportista cambia de patrocinador, es un claro síntoma de no pocos males de nuestra sociedad y del desaprovechamiento que hacemos de herramientas sin duda maravillosas en lo que a información y comunicación se refiere.
 

 
John G. Morris en un siglo de vida ha sido testigo, en muchos casos directo, de alguno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente de la humanidad pero, además, él ha sido el responsable de como estos eran presentado ante nuestros ojos. Un ejemplo de esto, como tantos otros que se podrían poner, fue su desempeño durante muchos años como editor de fotografía de la revista Life (no podéis imaginar el impacto social de esta publicación que daba a la imagen la importancia periodística y la relevancia que merecía). Concretamente durante la II Guerra Mundial, fue el editor al cargo de la cobertura fotográfica que la publicación le daba al conflicto y suya es, en buena parte, la responsabilidad de que todos viéramos las históricas fotografías que Robert Capa realizó –y que acabaron representando este acontecimiento en el imaginario universal- del Desembarco de Normandía. Capa envió 4 rollos repletos de fotografía que quedaron arruinados (según unas versiones por una sobreexposición al revelado y según otras porque en mitad del tiroteo Capa no pudo conseguir más imágenes)… de modo que Morris, inspeccionando milímetro a milímetro y pese a recibir noticia de que eran insalvables, descubrió 11 instantáneas discernibles y se decidió a publicarlas haciendo que el mundo pudiera ver lo sucedido. No solo eso: como muestra de su responsabilidad y rigor en el trabajo, unos días después el propio Morris fue a Normandía para ver con sus propios ojos el Frente Oeste y entender mejor las fotos que estaba editando.
 

Esto es una pincelada apenas de la importancia periodística del trabajo de Morris en algunos de los acontecimientos más importantes de la historia reciente y, creedme, es difícil escoger. Yo, sin embargo, quiero alejarme un poco del tema profesional y centrarme en el tema humano… Tuve la ENORME suerte de conocerle en el 2013 durante mi trabajo como programador del Festival Internacional de Cine de Gijón donde programamos el documental Get the picture (que comparte título con uno de sus libros) y al que asistió para dar una de las ruedas de prensa más memorables en las que he tomado parte y para presentar, acompañado por Javier Bauluz, la película en unos Cines Centro que le aplaudieron como se merecía.
 


Invitar a alguien de su edad (le faltaba un mes para cumplir 97 años) es un tema que parecía una locura pero ya me conocéis… ¿porqué ponernos límites nosotros y renunciar a la posibilidad, aunque sea de un 1%, de conseguir lo que parece imposible?. Y esta vez se intentó y salió cara. Ya desde los primeros mensajes dejaba claro uno de los rasgos más importantes de su personalidad, su sentido del humor, avisándonos de que vendría con su novia “adolescente” y preguntando si eso podría ser un problema en España… para descubrir que esto hacía referencia a su actual pareja Patricia Trócme (aprovecho para mandarle un fuerte fuerte abrazo), a la que sí sacaba más de dos décadas pero que, desde luego, no era una niña.  
En segundo lugar me maravillo la claridad de su pensamiento y su memoria, recordando con todo lujo de detalles sucesos y acontecimientos (importantes e históricos algunos, cotidianos e íntimos otros) a lo largo del casi siglo de vida que había contemplado. La rueda de prensa a la que antes aludía no pudo dejarlo más claro y, si rastreáis en las redes sociales, seguramente encontréis algo.
 

En tercer lugar me llamó la atención su generosidad y es que, a pesar del esfuerzo físico que le suponía, nos comentó que el día de la presentación de su película que quería aguantar mientras hubiera preguntas del público y tan solo le dijo a mi camarada de armas Diego García Cruz, que hacía tareas de traducción ese día, que le dejara sujetarse a él cuando las fuerzas le fueran faltando.
Esa actitud vital, optimista al entender que en la vida hay muchos acontecimientos malos pero también un montón de actos maravillosos,  esa forma de ser divertida y el seguir viviendo enamorado, no sé –quiero pensar que sí- si son los ingredientes para su longevidad. No lo sé. Pero sí estoy seguro de que son ingredientes para transitar mejor por la vida. En su caso, por suerte, una larga vida. Me da pena saber que no volveré a compartir tiempo con él pero yo también soy de pensar en lo positivo, por lo que agradezco enormemente cada segundo que pude pasar con él (especialmente una muy breve conversación que compartimos y que os aseguro convalida tres años de educación reglada) y me encanta haber podido contribuir en parte a que nos visitara unos días.  Sin duda un lujazo y un recuerdo para atesorar con mimo para siempre.

08 mayo 2013

El Cielo 04 - Despidiendo a RAY HARRYHAUSEN

Hace un rato me he enterado de la muerte de Ray Harryhausen y, a pesar de no haberle más que saludado en persona en una breve ocasión en Barcelona, su presencia e influencia en mi vida ha sido, sino determinante, desde luego muy significativa, hasta el punto de que ese breve saludo será algo que atesoraré entre mis recuerdos más preciados mientras la memoria me decida seguir funcionando correctamente. Obviamente no usaré este espacio, ya que es mi blog personal, para ahondar en su descomunal aportación al mundo del cine como medio en general, a los efectos especiales y a la stopmotion en particular y, por tanto, a hacer posible en imágenes lo que de otro modo apenas se podría sino imaginar. Sí que os hablaré de la fascinación que un crío de seis o siete años, obviamente yo, sintió cuando su madre lo llevó al hace ya mucho tiempo desaparecido Cine Florida de Avilés a ver Jasón y Los Argonautas, la película dirigida por Don Chaffey a partir de una idea del propio Ray que, cómo no, firmo los efectos especiales. Aventuras y bestias míticas, excelentes actores, memorable sentido de la épica, mayor fidelidad a lo fantástico (en los dos sentidos) del mito que en otras obras, todo ello jalonado de contínuas escenas inolvidables, en especial para un joven espectador como yo era, como la del gigante de bronce Talos cobrando vida para asediar el navío Argos, la aparición de Tritón para ayudar a los marinos o la pelea con los siete esqueletos salidos de los dientes de la hidra a la que, en otra escena no menos extraordinaria, vence Jasón. Indescriptible sensación, inolvidable y, seguramente, irrepetible.


Error. Indescriptible e inolvidable sí, pero irrepetible no. Poco tiempo después, en el Cine del colegio San Fernando (aunque volvería a verla años después en gran pantalla en las reposiciones de clásicos que ponían en los también desaparecidos Cines Chaplin), pude ver Furía de Titanes del director Desmond Davis y, cómo no, con efectos de Harryhausen. ¡Otra vez!. Ahí estaba yo pegado a mi butaca, viendo en la pantalla al mitológico Kraken atacar la ciudad de Argos, volar al último caballo alado Pegaso y por supuesto a Perseo enfrentándose a seres como las tres brujas de Estigia o la gorgona Medusa entre muchas otras escenas maravillosas entre las que, de pequeño, prefería el combate contra los escorpiones gigantes. Sobra decir que desde entonces el nombre de ese mago, pues pocos calificativos se ajustan mejor a mi concepción de lo que hacía Harryhausen en el cine, quedó grabado en mi memoria, de modo que a medida que fuí creciendo, fuí disfrutando en no pocas ocasiones de esas obras y de otras no menos reseñables de su afortunadamente extensa filmografía.

Sin embargo, más allá de lo que me hizo disfrutar como espectador, he de destacar y agradecerle que esas obras descubiertas a tan temprana edad grabaron en mi ese amor por el género que, a lo largo de los años, he canalizado en forma de festivales y eventos varios. Eventos que, de un modo mucho más directo de lo que os podéis imaginar, tienen sus raices en los mundos maravillosos a los que, sin moverme de la butaca del cine primero, o del sofá del salón después, me llevó el talento y la magia de Ray Harryhausen. ¡Muchas gracias, maestro!


08 junio 2012

El Cielo 03 - MANUEL PRECIADO y yo

Es difícil explicar a alguien que no haya vivido el paso de Manolo Preciado por el Sporting, el tremendo vacío que nos deja su fallecimiento hace unas horas. Sé que nunca podré olvidar su paso por Gijón, ese sentimiento indeleble forjado a fuego por la épica y las luchas al límite en las que nos embarcamos con él al frente y que, pese a ser desiguales, logró ganar al final siempre que le dejaron. Las tristezas son efímeras pero algunas victorias son eternas, y Preciado conquistó para siempre el corazón de una hinchada y de una región que, aunque él soliera decir lo contrario, recibió muchísimo más de lo mucho que también le supo devolver.

A modo de pista pensad que Preciado no entrenó nunca al Real Madrid ni al Barcelona, no fue seleccionador nacional y, sin embargo, la cobertura mediática de su fallecimiento excede, con mucho, la habitual en estos casos. Ese era el sentimiento del mundo del fútbol en general, pensad en ello un momento y, ahora, pensad como debe ser ese sentimiento aquí en el seno de la familia sportinguista donde vivió sus últimos años y donde, quizás, coincidieron sus momentos más felices y, para muchos, los nuestros.


He reconocer que por lo que significó que hiciera que el corazón del Sporting volviera a latir, por el ejemplo de comportamiento humano que siempre nos mostró y porque a veces tienes una conexión especial con gente aunque no la conozcas, siempre he sentido un vínculo emotivo especial con Manolo Preciado desde su primer minuto en Gijón. Ahora me acuerdo de muchas cosas… de los tres breves encuentros que tuve con él, del viaje a Santander en la temporada 2011/2012 para apoyarle a él desde la grada en un momento de duda sobre su continuidad, como en Santander abucheaban a su entrenador estando en media tabla mientras miles de sportinguistas animaban a Preciado pese a ir últimos, del viaje en tren a Madrid en el que casi se confirmaba su cese y de las lágrimas al confirmarse, de tantas alegrías y de algunas pequeñas e insignificantes penas…

Necesitaba escribir algunas líneas para compartirlas con vosotros, o tal vez para dejármelas escritas a mí mismo por si el paso del tiempo nubla en algo este sentir de hoy, y al final creo que os/me contaré el que fue mi primer encuentro con Manolo Preciado porque, pese a ser un momento muy pequeño en tiempo, es muy grande en el espacio que ocupa en la estantería de recuerdos imprescindibles y de sensaciones a atesorar y preservar para siempre.


Era julio del 2006, estaba en la terraza del Hotel Don Manuel apenas dos o tres de días después de que Manuel Preciado hubiese firmado como entrenador del Sporting de Gijón, cuando me fijé que el cántabro estaba en la cafetería tomando algo mientras esperaba, luego lo supe, a que Juan de Dios pasara a buscarlo. Ese verano se había hablado mucho del inquilino del banquillo, e incluso se había dado por confirmado a Yosu Uribe, pero tras una ruptura en las negociaciones entre ambas partes, fue Manolo Preciado el elegido y, como presagiando que su destino era convertirse en leyenda del equipo gijonés, decidió aparcar una oferta del Polideportivo Ejido mucho más suculenta en lo económico y dejar que su corazón le guiara. Como bien dijo Juan Gancedo en un memorable artículo en La Voz de Asturias con motivo de la desgraciada destitución de Preciado hace unos meses, “si Gijón hubiese estado mucho más lejos de Santander igual no hubiese venido hasta aquí”. Hasta ese punto un detalle puede cambiarlo todo pero, para los que no quieran mirar la hemeroteca, les ahorro el trabajo y les diré que el Sporting subió al segundo intento con una afición entregada con el proyecto, mientras que esa misma temporada el Poli Ejido bajaba a Segunda B completamente roto en lo social. Y es que hay cosas que el dinero no compra.

Decía que Manolo Preciado estaba en la cafetería del Don Manuel y yo, que estaba reunido preparando la Semana Negra de ese año, tenía un pálpito irracional desde que oí sus primeras declaraciones de que, si había alguna posibilidad de que el sportinguismo volviera a soñar con un retorno a primera, era con él. Al menos de volver a tener ilusión con nuestro equipo. Bastaba oírle un instante para comprender su filosofía de vida, incluso a distancia y sin tratarle, una filosofía en la que se desterraba la tristeza, se abrazaba el optimismo y en el que el único fracaso era no intentarlo o intentarlo sin dar el doscientos por ciento.


He de reconocer que, aunque he tenido la suerte de conocer, tratar y trabar amistad con gente que admiro muchísimo de medios muy diferentes (escritores, cineastas, dibujantes, cantantes, etc…) sigo quedándome sin palabras ante un número muy reducido de personas por las que siento una admiración difícil de explicar, por muy cercanos que sean estos en el trato, y que están generalmente ligados a la relación emocional tan especial que tengo con el Sporting. Ya confesé en este blog hace tiempo que Quini es uno de ellos, como también era el caso de su hermano Castro y como, de alguna forma, presagiaba que podía pasarme con Preciado, motivo por el que me prometí a mí mismo que si la mañana siguiente se repetía la misma situación, iría a saludarle.

Y sí. El día siguiente se repitió la misma escena. Dudé, como duda un niño pequeño al ir a saludar a un ídolo, pero cuando pongo algo de esa manera en manos del destino (una manía tan tonta como cualquier otra, lo sé) siempre cumplo y, como supongo que en el fondo deseaba secretamente verme obligado a hacer, entré en la cafetería e, instintivamente, solté un sencillo “Hola, Manolo…”.

Aquí haré un pequeño inciso. Manuel Preciado es, desde que lo ves, “Manolo”. Su lenguaje corporal, su cercanía, su voz, todo… hace que te salga un saludo como el que saluda a un viejo amigo. Y, parafraseando a Manuel Esteban, os aseguro que la gente se acercaba a Preciado con mucho más respeto en cualquiera de esos “Manolo”, que en miles de “Don Manuel” que podáis escuchar dirigidos a otros con el mismo nombre.

El caso es que Manolo se dio la vuelta y, cuando ya iba a comenzar a hablarle un poco atropelladamente víctima del nerviosismo, me soltó un sencillo “Hola, ¿qué tal estás?” acompañado de esa sonrisa con la que desde el primer instante resucitó la ilusión de su nueva afición, y tuvimos una breve charla de apenas cuatro o cinco minutos, en la que le deseaba lo mejor en su nueva andadura y en la que le di las gracias, más allá de lo que pudiese suceder en lo deportivo, por darse cuenta de que el Sporting era un club deprimido que necesitaba antes que nada recuperar la ilusión, las ganas de luchar y el orgullo de sentirse sportinguista, y le dije que ese carácter suyo me hacia estar convencido de que lo lograría, de hecho le dije que llevaba tres o cuatro días y que yo ya estaba más ilusionado que en cualquiera de los años anteriores. Recuerdo que me contestó que aún no había hecho nada, que la ilusión es importantísima para todo, que él estaba ilusionado a muerte con este proyecto y que seguramente eso se transmitía de algún modo a la gente y que lo que sí me prometía es trabajar como un cabrón (creo que fue literalmente lo que dijo) y dejarse el alma en el empeño. No quise ser pesado así que me despedí diciéndole que igual aún no se daba cuenta porque acababa de llegar, pero como socio de muchos años le aseguraba que algo diferente flotaba en el ambiente, que estaba seguro de que acabaría siendo muy feliz aquí y que seguro que nosotros también y, aunque os juro que quise darle un fuerte abrazo, me despedí más tímidamente y ni ese día, ni en un encuentro posterior, me atreví a pedirle una foto juntos.


Sé que durante esos días y los siguientes Manolo Preciado habrá tenido centenares, quizás miles, de encuentros semejantes, algo que ya le comenzaba a indicar (como él mismo dijo en alguna ocasión) la forma en la que la gente le eligió a él para depositar de nuevo su esperanza y su ilusión, algo que no fue así por azar sino por su forma de ser y porque se lo ganó desde el primer momento, pero os aseguro que para mí fueron unos minutos inolvidables que he recordado en numerosas ocasiones y que, con el paso de cada día de Preciado en Gijón, no fueron sino revalorizándose hasta convertirse en unos momentos mágicos que compartí con una de las personas que más feliz me ha hecho en lo deportivo, que más orgulloso me ha hecho sentir de tenerlo de capitán de la nave en la que vuelco más sentimiento y más pasión, pero sobre todo que más he admirado en lo humano por la aparente sencillez con la que lograba algo tan difícil como es ser un gran tipo y hacerse querer y respetar por todos.

Hoy, con el fallecimiento de Manolo, es uno de esos días en los que piensas que nadie volverá a ilusionarte así, que no podrá nada volver a ser lo mismo aunque pueda ser también muy bueno, pero también sé que no es verdad… que en el futuro volveremos a ilusionarnos, que unos ídolos no sustituyen a los otros sino que pasan a formar parte de un mismo panteón, sé que la ilusión se abre siempre paso para el que mira hacia adelante. Preciado lo sabía y predicaba con el ejemplo, yo también lo sé. Nadie dijo que fuese fácil, pero le debemos ese esfuerzo. Dar el doscientos por ciento en el partido contra este desánimo para que la tristeza tenga que pelear a muerte cada segundo de nuestro tiempo porque, en la vida como en el fútbol, la única vergüenza es no intentarlo con todo el alma.


Mañana será otro día, pronto otra semana, en nada otra temporada y, en algún momento, llegará otro ascenso. Yo no olvidaré nunca la etapa de Manolo Preciado en el Sporting, la más larga de alguien al frente de banquillo de forma continua en los 107 años de historia del club hasta la fecha y para mí, también en lo personal, la más especial que he vivido nunca. Sé con la certeza inexplicable con la que se saben algunas cosas que Preciado vivió y sintió lo mismo, que fue consciente de todo lo que se le quiere en Gijón y en la gran familia del Sporting, y que sintió que esta etapa fue especial y mágica. Sé que lo sabía porque, aunque la gente que decide en el club (y yo reconozco que ya no sé quiénes son) quizás lo olvidó por un triste momento, la gente de la calle supo transmitírselo a cada paso antes, durante y después de su paso por nuestro banquillo, aunque lamentablemente ese “después” haya sido tremenda e injustamente corto.

Esperemos que quienes deciden sepan apoyarse y construir sobre los cimientos en los que se edificó esta etapa gloriosa: la ilusión y la comunión de la gente con su equipo, y que no destruyan ese precioso legado que Preciado nos devolvió. Un legado que incluso el día de su muerte quedó patente en la concentración silenciosa a las puertas del que fue su campo desde hace seis años y que lo es ya para siempre, de un número de gente quizás mayor del que iría al campo en un par de años si se vuelven a cometer los errores del pasado. Un legado que hacía que hoy, gente de todas las edades, se cruzase por Gijón llorando (literalmente) por la pérdida de uno de los nuestros. Si no del mejor, sí de uno de los mejores.


Preciado dijo más o menos que “no vale la pena mirar hacia lo malo que sucede sino es para recordar lo positivo” y yo, completamente de acuerdo, he tratado de mirar a su ausencia para recordar que si duele tanto es por todo lo maravilloso que nos ha dejado. Os aseguro que estamos más orgullosos en Gijón de haber tenido a Preciado que muchos equipos de sus títulos.

De nuevo, y para siempre, muchas gracias por todo MANOLO PRECIADO. No te olvidaremos nunca. Gracias, gracias, gracias.


PD: Disculpad si hay falta de ortografía, incoherencias o cualquier cosa torpe, pero seguro que me comprendéis si os digo que no me apetece corregir.

12 enero 2008

El Cielo 02 - ÁNGEL GONZÁLEZ

Soy muy reacio a usar esta sección y de hecho, como sabéis, sólo la utilice anteriormente cuando nos dejó Igor Medio. Desde entonces se ha ido gente cercana: mi padre el marzo pasado, amigos a lo largo del año, autores y personas que admiro, pero ya sabéis que no es la intención de este blog servir de despedida.

En el caso de Ángel González haré nuevamente una excepción. No porque no se vaya a hablar suficientemente de su marcha ya que sin duda se hablará mucho, tampoco por que fuese uno de los grandes nombres de nuestra poesía de todos los tiempos, ni mucho menos porque quiera aquí hacer ningún tipo de semblanza. El caso es que año tras año, cada Semana Negra, he tenido la suerte de disfrutar de su presencia y de verle recitar poesía y el hecho de que llegue el próximo julio y no vaya a estar presente, es una perspectiva que ciertamente me desagrada por más que sea ley de vida y todas esas cosas que ahora son sólo palabras al aire...

No fui de los que más ratos pasaba con él, ni de los que más conversaciones compartió a su mesa, pero os aseguro que todas ellas las disfruté muchísimo e incluso barajamos un proyectillo en el futuro. Y aunque suene a tópico, y pese a que mi poeta preferido -en dura pugna con él, eso sí- fuera su amigo y camarada Luis García Montero, hoy nos sentimos todos los que le conocimos y disfrutamos como persona (sin duda a la altura de su capacidad poética y todavía más allá) un poco más sólos, y aunque es cierto que su poesía nos acompañará siempre permitidme ser egoista y decir que hoy no me parece bastante a la luz de que esta foto no podrá ser posible este 2008...



Mañana, el mes que viene, o dentro de más tiempo, prevalecerá la sensación de al menos haberle conocido y disfrutado además de haberle leído, y me sentiré afortunado por ello, pero hoy la sensación es otra. Precisamente el cartel de la Semana Negra del año pasado realizado por Ángel de la Calle fue un homenaje a él que incluía algunos de sus versos más bonitos. Aquí os lo dejo, a modo de recuerdo, como cierre de este pobre texto...


24 junio 2006

El cielo 01 - IGOR MEDIO

Hace tiempo, cuando comencé a escribir este blog, tomé la decisión de no adentrarme en terrenos demasiado personales, manteniéndome siempre dentro del campo profesional en aquellos ámbitos que pudieran suscitar vuestro interés. También sabía que no siempre iba a poder ser fiel a esta regla, pero estableciéndola me aseguraba de que las veces en que me desmarcaría de ella iban a ser pocas y, a buen seguro, merecedoras de tal ruptura. Algo lógico en alguien que, como yo, defiende que una norma general sólo es buena cuando contempla las excepciones.


Por esto, nunca he puesto posts sobre el último libro que he leído o la última película que he visto, como tampoco he ido rindiendo homenajes a autores que me gustan y que nos han ido dejando. En mi cabeza estaba hacerlo sólo en el caso de que la pérdida fuese de un autor y amigo, deseando, evidentemente, no tener que iniciar nunca la sección que llevaría por título El Cielo, que es el que se le puso a una sección similar en la revista Sbrindolín que hace tiempo dirigía Andrea Parissi.

Resulta increíble, y aún me cuesta de asimilar, que por un accidente de tráfico el primer autor del que me haga eco en esta sección sea del gijonés Ígor Medio, precisamente de él que colaboraba con sus personajes en la citada Sbrindolín. Ígor como profesional era polifacético y multidisciplinar: a sus tiras veraniegas de La Famila Castañón en el diarío de La Nueva España sumaba su labor como integrante del grupo folk Felpeyu (precisamente uno de sus compañeros de grupo, Carlos Redondo, también ha fallecido en el accidente), pero si como dibujante era un fuera de serie que lamentablemente muchos os habéis perdido fuera de Asturias, es como persona dónde era un auténtico crack.



Ígor Medio presentando el libro recopilatorio de La Familia Castañón en las Jornadas de Avilés del 2005


Los que me conocéis sabéis perfectamente que no soy dado al halago fácil en una situación difícil, es que en este caso sencillamente es así. Ígor era abierto, sencillo, locuaz y extremadamente honesto y humano, tan cercano en el trato que, tras su pérdida, lamento profundamente no haberlo tratado más, pues cada uno de nuestros encuentros casuales eran francamente amenos y divertidos.
Si alguno quiere conocer más de su trabajo, recopilado en este tomo, podéis leer un pequeño articulo aquí.