Hace un rato me he enterado de la
muerte de Ray Harryhausen y, a pesar de no haberle más que saludado
en persona en una breve ocasión en Barcelona, su presencia e
influencia en mi vida ha sido, sino determinante, desde luego muy
significativa, hasta el punto de que ese breve saludo será algo que
atesoraré entre mis recuerdos más preciados mientras la memoria me
decida seguir funcionando correctamente. Obviamente no usaré este
espacio, ya que es mi blog personal, para ahondar en su descomunal
aportación al mundo del cine como medio en general, a los efectos
especiales y a la stopmotion en particular y, por tanto, a hacer
posible en imágenes lo que de otro modo apenas se podría sino
imaginar. Sí que os hablaré de la fascinación que un crío de seis
o siete años, obviamente yo, sintió cuando su madre lo llevó al
hace ya mucho tiempo desaparecido Cine Florida de Avilés a ver Jasón
y Los Argonautas, la película dirigida por Don Chaffey a partir de
una idea del propio Ray que, cómo no, firmo los efectos especiales.
Aventuras y bestias míticas, excelentes actores, memorable sentido
de la épica, mayor fidelidad a lo fantástico (en los dos sentidos)
del mito que en otras obras, todo ello jalonado de contínuas escenas
inolvidables, en especial para un joven espectador como yo era, como
la del gigante de bronce Talos cobrando vida para asediar el navío
Argos, la aparición de Tritón para ayudar a los marinos o la pelea
con los siete esqueletos salidos de los dientes de la hidra a la que,
en otra escena no menos extraordinaria, vence Jasón. Indescriptible
sensación, inolvidable y, seguramente, irrepetible.
Error. Indescriptible e inolvidable sí,
pero irrepetible no. Poco tiempo después, en el Cine del colegio San
Fernando (aunque volvería a verla años después en gran pantalla en
las reposiciones de clásicos que ponían en los también
desaparecidos Cines Chaplin), pude ver Furía de Titanes del director
Desmond Davis y, cómo no, con efectos de Harryhausen. ¡Otra vez!.
Ahí estaba yo pegado a mi butaca, viendo en la pantalla al
mitológico Kraken atacar la ciudad de Argos, volar al último
caballo alado Pegaso y por supuesto a Perseo enfrentándose a seres
como las tres brujas de Estigia o la gorgona Medusa entre muchas
otras escenas maravillosas entre las que, de pequeño, prefería el
combate contra los escorpiones gigantes. Sobra decir que desde
entonces el nombre de ese mago, pues pocos calificativos se ajustan
mejor a mi concepción de lo que hacía Harryhausen en el cine, quedó
grabado en mi memoria, de modo que a medida que fuí creciendo, fuí
disfrutando en no pocas ocasiones de esas obras y de otras no menos
reseñables de su afortunadamente extensa filmografía.
Sin embargo, más allá de lo que me
hizo disfrutar como espectador, he de destacar y agradecerle que esas
obras descubiertas a tan temprana edad grabaron en mi ese amor por el
género que, a lo largo de los años, he canalizado en forma de
festivales y eventos varios. Eventos que, de un modo mucho más
directo de lo que os podéis imaginar, tienen sus raices en los
mundos maravillosos a los que, sin moverme de la butaca del cine
primero, o del sofá del salón después, me llevó el talento y la
magia de Ray Harryhausen. ¡Muchas gracias, maestro!
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