Lo he contado muchas veces y, por tanto, no solo no es ningún secreto sino que es algo que abandero con no poco orgullo: para mí, que he visto numerosísimas presentaciones literarias, hubo un antes y un después a ver la primera presentación del colectivo Hijos de Mary Shelley en directo. Fue en la Semana Negra de Gijón, con apenas más recursos que Fernando Marías y tres autores (José Carlos Somoza, Felix J. Palma y Patricia Esteban Erlés) contando en una representación oral sus relatos incluidos en el libro Cronotemia y otros relatos de viajeros en el tiempo, lograron convertir por un momento la Carpa del Encuentro del festival gijonés en un mundo mágico donde todo era posible. Una presentación de un libro que, pese a las muchas presenciadas, sonaba a algo completamente nuevo y diferente, basándose en una herramienta tan antigua como contar un cuento, algo que ya encandilaba al ser humano desde que, en el refugio de una caverna y al calor del fuego, comenzaban a surgir las historias. Historias como las que se contaron, en la reunión que el 16 de junio de 1816 tuvo lugar en Villa Diodati, cuatro talentos legendarios como Percy Shelley, Lord Byron, John Polidori y la propia Mary Shelley que les sorprendió a ellos -y posteriormente a todos nosotros- con Frankenstein o el moderno Prometeo. De ahí el nombre de esta nueva aventura capitaneada por Fernando Marías y a la que se han ido sumando numerosos "hijos" desde entonces.
Cuando pusimos en marcha el festival literario Celsius 232 en Avilés, los Hijos de Mary Shelley llegaron para quedarse y ser una de las piezas esenciales y uno de los pilares maestros de este proyecto maravilloso que estábamos construyendo. Todo un lujo para un fan del proyecto como yo. Sobra decir que desde entonces nos han dado muchas alegrías: las veladas poético/musicales en el Cementerio de la Carriona, el Concurso de Narración Oral que se trajeron hasta Avilés, sus Relatos Esculpidos... pero no es menos cierto que el Auditorio de la Casa de Cultura y el Celsius 232 también encendió una chispa en ellos... la de las posibilidades de aumentar el contenido teatral de sus actuaciones. Así, tras dos ediciones explorando estas posibilidades y añadiendo elementos como la ópera (con la Nana de la Sirena Negra el año pasado), sucedió lo que tenía que suceder... que los Hijos de Mary Shelley se encontraron en la edición del Celsius 232 de 2014 con el maravilloso Teatro Palacio Valdés, uno de los mejores escenarios posibles para explorar su talento en el escenario. Y, sobra decir, que fue otro de esos momentos mágicos que atesorar en la memoria y que os voy a tratar de contar un poco, ilustrándolo además con las fotos que Laura Muñoz me ha hecho llegar.
Lo primero decir que la puesta en escena fue maravillosa, algo totalmente lógico si nos fijamos en que Vanessa Monfort estaba a cargo de la dirección y la dramaturgia. Vanessa es, además de una talentosísima escritora y una HdMS más, una de las voces más destacadas de la actual escena teatral nacional que, además, ya había visitado el Teatro Palacio Valdés con la reciente adaptación de La Regenta. Aquí, demostrando que con pocos elementos y mucho talento se puede hacer gran teatro, nos dirigió tres monólogos aderezados por la fantástica música original y el magistral envoltorio sonoro de Luis Antonio Muñoz e introducidos por Fernando Marías que ejerció como maestro de ceremonias...
La primera en saltar al escenario fue Espido Freire, que ya se había ganado al público hace dos años en el auditorio de la Casa de Cultura con su conocido "momento Espido". Ya desde el primer momento, y estupendamente abrazada por la música elegida por Luis (uno puede no entender demasiado de música pero, si al instante las notas te impregnan de los olores y los colores de otro lugar lejano al que te transportan con sutileza, sin duda es música pero también es magia) nos cuenta su primera historia. Una historia de bellezas peligrosas, de curvas en las que perder mucho más que la razón y, por encima de todo, una historia tan inquietante como también evocadora...
A continuación llegó el turno para el actor Jorge Usón que interpretaba un texto del gran J. Sanchís Sinisterra. Un texto en el que el monstruo de Frankenstein se presentaba ante la comunidad humana para pasar a ser considerado uno de ellos, dejando atrás la consideración de monstruo. El monólogo, completamente magistral, incluía un conocimiento profundo y exhaustivo del texto de Mary Shelley pero, aún más, de la naturaleza humana, logrando diseccionarla y encerrar innumerables ideas atrevidas y deliciosamente brillantes y malvadas (en un sentido literario) a partes iguales. Gran texto, sí, pero no defendido sino engrandecido por una maravillosa interpretación donde lo verbal y lo físico se abrazaban a la perfección en el trabajo de Usón, que alternaba el mensaje cómico con el dramático en lo que fueron 20 minutos ya para la leyenda del Celsius 232 y, pronto, para todos los que tengáis la suerte de que en vuestras ciudades se programe esta función.
Para terminar volvió Ruth González al Celsius 232 tras encandilarnos y asustarnos con su Sirena Negra del año pasado. Ahora le tocó interpretar a la propia Mary Shelley en sus últimos momentos de vida, acompañada por Enrique Sánchez Ramos, en lo que fue una pieza musical de altísimo nivel y aún más alto amor por la figura de la escritora y de su criatura. Ellos llenaban el escenario, acompañados por una pequeña cama, pero desde la primera nota quedó claro que llenaban también todo el teatro. Un teatro que ya resta páginas del calendario para que llegue el 2015 y, con él, vuelvan los HdMS.
Los Hijos de Mary Shelley hacen del Celsius 232 un festival mejor, un festival más diverso y aventurero, un lugar donde todo es posible y donde tienen cabida actividades tan inesperadas y brillantes como las que ellos son capaces de proponer pero, al mismo tiempo, me encanta saber que el Celsius 232 también cambia y agranda a los HdMS, como queda claro en esta extraordinaria mutación hacia el teatro que les hemos visto ir desarrollando poco a poco desde nuestros distintos escenarios. ¿Qué formas presentarán dentro de varias ediciones? Eso no lo puede saber nadie, seguro que ni ellos, pero desde luego una cosa sí os puedo asegurar. En el 2015 seguirán en Avilés, seguirán en el Celsius 232 y repetirán su paso por el Teatro Palacio Valdés con nuevas sorpresas. Y yo os aseguro que los estaré esperando con muchas ganas.